El periodista Andrés Cárdenas dice que la malafollá granaína es indefinible, la gente que ha intentado precisar sus características ha fracasado.
Esto no significa que no exista, sino que tienes que haber pasado allí unos días para comprender su complejidad y particularidades. Su libro, Manual del perfecto malafollá (Editorial Port-Royal), se publicaba en 2016, casi 30 años después de que José García Ladrón de Guevara publicara Tratado de la malafollá granaína. En este post intentamos acercarnos a este concepto tan peculiar.
El origen de la malafollá
Según la Granadapedia, cada ciudad o país tiene una fama y, en la mayoría de las ocasiones, desconocemos el origen de dicha historia. En esta popular página empiezan definiéndonos la palabra “follar” (absténganse de malos pensamientos), que viene del latín, follis, fuelle y significa soplar con el fuelle. Aunque en su segunda acepción también se define como soltar una ventosidad sin ruido. Tendremos en cuenta este segundo sentido para acercarnos a nuestra definición.
Parece que en el barrio granadino del Sacromonte proliferaba el oficio de herrero. El aprendiz con el fuelle se encargaba de soplar las ascuas, pero era complicado mantener al joven focalizado en el trabajo de follar (soplar) las ascuas y estas iban perdiendo viveza poco a poco. El resultado era que el vídeo no se mantenía incandescente y el forjado no era perfecto. Así que el maestro herrero le gritaba al aprendiz: “niño, estás follando mal, que mala follá tienes. El niño que no venga más que tiene muy mala follá”. Y así es como surge este término tan grananíno, que se refiere a tener mal aire.
Idiosincrasia sarcástica
José García Ladrón de Guevara explica en su libro La malafollá granaína que es “una suerte de mala hostia gratuita que los granadinos repartimos sin ton ni son a todo aquel que nos rodea y que, en ningún caso, denota mal carácter, ni mala educación, ni animadversión en particular por el interlocutor. Tampoco denota desinterés o apatía en el granaíno, como dicen algunos”. La idiosincrasia granadina es distinta a la gaditana, ya que en la ciudad de la Alhambra prima el sentido del humor irónico, el sarcasmo y el humor negro. Así que, más de uno que no está acostumbrado a esta naturaleza, no puede evitar desplegar una sonrisa cuando ya se familiariza con sus habitantes y su particular forma de ver la vida. Y otros muchos no se lo toman tan bien y se sienten ofendidos.
Más granadinos, como José Luis Kastiyo, Enrique Padial y Alejandro Víctor García,
han intentado escribir sobre este particular carácter. Aunque algunos de estos autores han considerado que la malafollá se merece su propio monumento en la ciudad, ningún ayuntamiento lo ha llevado a cabo, pero muchos coinciden en que el lugar malafollá por excelencia de la ciudad es la zona de Puerta Real.
El malafollá nace, no se hace
Después de indagar a través de los tiempos y de los autores y, aunque parezca que no hay muchas afirmaciones cerradas, las conclusiones son que el malafollá nace, no se hace. Y, aunque Ladrón de Guevara sostenga que el granaíno diluye su malafollá cuando sale fuera de Granada, Andrés Cárdenas asegura que la lleva consigo en su maleta.
Andrés Cárdenas le comentó a José García Ladrón de Guevara que había que revisar su libro y él mismo le pasó su manuscrito. En la revisión más actual utiliza curiosidades, anécdotas e incluso personajes que tienen buena fama por su carácter de malafollá y hacen que su negocio sea más popular por sus sarcasmo. Esta revisión, como el periodista admite, es divertida y se lee de manera muy rápida, ya que resulta muy agradable.
¿Nos ayudarán estos manuales a acercarnos un poco más al concepto de la malafollá granaína o la única vía para descubrirlo será pasar un tiempo en Granada? Nosotros apostamos por las dos alternativas para intentar acercarnos lo máximo posible a esta idiosincrasia tan maravillosa que caracteriza a los habitantes de esta ciudad.