Nos pasamos la vida añorando historias excepcionales. Soñamos con ser los protagonistas de relatos sacados de películas. Y entre sueño y sueño se nos escapa lo más inmediato. Lo cotidiano, lo que nos rodea a diario, guarda una belleza extraordinaria. Uno de los fotógrafos más emblemáticos del siglo XX se encargó de capturarlo, Robert Doisneau (Gentilly, Francia, 1912-1994, Montrouge, Francia).

La belleza de lo cotidiano

Quizá hasta ahora no supieras su nombre, pero hay una imagen de su obra que conoce todo el mundo, el beso ( en francés Le baiser de l’hôtel de ville o el beso del ayuntamiento). Robert Doisneau salía a pasear por París con su cámara y conseguía retratar la belleza de las pequeñas cosas. En sus fotografías encontramos el estilo de vidas que se desarrollaba en la capital francesa durante mediados y finales del siglo XX.

La belleza de lo cotidiano

Durante estos días y hasta el 8 de enero de 2017 podremos visitar gratuitamente esta exposición centrada en la obra de Robert Doisneau en la Fundación Canal de Madrid. A través de una selección de 110 de sus fotografías podremos recorrer el trabajo de un artista que comenzó a fotografiar en 1929 con 17 años y siguió cámara en mano hasta las últimas décadas de su vida. Por esta época centró su trabajo en los suburbios de París, el trabajo obrero o la infancia.

La belleza de lo cotidiano

La compañera inseparable de Robert fue su cámara Rolleiflex, que también puede verse en la Fundación Canal de Madrid. Esta exposición reúne fotos de su primera época en blanco y negro y acaba con imágenes en color que se desarrollaron en la época de los 70. En ese momento Doisneau cambió el encanto decadente de París por los campos de golf en Palms Spring.

La belleza de lo cotidiano

“Existe esa cosa misteriosa que se cuela por azar y a la que yo llamo el encanto. Esa especie de aroma surge mucho tiempo después. Hay imágenes que envejecen bien y que envejecerán cada vez mejor. Ésas son las buenas fotos”, así definía Robert Doisneau lo que para él constituía una buena foto. Y es que para algunos fue “el poeta de los momentos puros” y siempre rechazó las modas y normas impuestas.

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La obra de este fotógrafo francés está compuesta por más de 450.000 negativos en los que los protagonistas son los personajes cotidianos. Niños que van a comprar leche, novios que se besan furtivamente frente al ayuntamiento, novias riéndose compulsivamente sobre un balancín… También destaca El último vals del 14 de julio de 1949 en la que vemos a una pareja en mitad de la calle solitaria nocturna bailando. Y esas eran las historias que le gustaban al fotógrafo, las que protagonizaba la gente sencilla y normal.

La belleza de lo cotidiano

Robert Doisneau vivió durante una etapa dura de la historia mundial y fue testigo de la Gran Depresión y de las dos guerras mundiales. Sin embargo, en su trabajo destaca la esperanza y en sus fotografías podemos vislumbrar el anhelo por una vida mejor. Hay, en conclusión, una creencia ciega en el ser humano. Su estilo se ha llamado a veces “realismo poético”. Y es que, ¿no es lo cotidiano a veces nuestra más sincera y bella creación?

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