Tuvimos noticia de este escritor hace dos décadas, sobre todo porque a su libro Frágil le concedieron el Premio El Ojo Crítico de Poesía en 2002, y antes ya había publicado los poemarios Naufragios (Premio Extremadura de Creación) y Mientras arden (Premio Jaén de Poesía), pero después ha seguido con Vida secreta, en poesía, los libros de viajes Los trabajos del viajero y Medio mundo, y el relato Nosotros, los solitarios. Además, en colaboración con Anatxu Zabalbeascoa, tiene otros dos títulos: Vidas construidas. Biografías de arquitectos y el ensayo Minimalismos. También fue uno de los comisarios de la exposición Minimalismos. Un signo de los tiempos que se mostró en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2001.
Resulta significactivo tener en cuenta que a Javier Rodríguez Marcos (Cáceres, 1970) lo leemos continuamente, incluso si no compramos sus libros, porque trabaja como redactor en la sección de Cultura de El País, así que cada semana nos regala crónicas y reportajes de actualidad sobre literatura, arte, música y más. Que ejerza de periodista, aunque estudió filología, lo amarra al siglo XXI de forma definitiva, algo que se nota en los temas y motivos de su obra. Por tanto, experto en la palabra: su artificialidad, su capacidad de nombrar, ironizar y hasta herir, cuida mucho de usarla con cautela para informar y crear, pues como escribe: “Las palabras son/ animales salvajes. (…) Las palabras heridas/ son capaces de hacer/ todavía mucho daño”.
Su escritura tiende al intimismo sin caer en la anécdota ni en el yo ensimismado; tiende al realismo con voluntad de desvelar más allá de lo real; utiliza el lenguaje cotidiano sin perderse en lo evidente o en los tópicos; se presenta sentimental, aunque jamás cursi; según define él su poesía, es materialista, o sea, huye de la trascendencia, pero advertimos que a veces roza lo místico en muchas de sus reflexiones, una mística no precisamente religiosa, sino que camina hacia el encuentro espiritual con uno mismo, los otros y el mundo. Y todo esto se explica porque Javier Rodríguez Marcos consigue su voz lírica al fijarse en la trastienda de lo cotidiano, en el reverso de cuanto sucede a simple vista en las aceras de la existencia.
Hablando de poéticas, toma partido: “Puestos a elegir, yo prefiero los que asumen algún riesgo y, siendo más imperfectos, alteran la circulación de la sangre buscando menos la perfección que la emoción”. También nos dice: “Una poética es una metafísica. Un poema, una metamorfosis”.
Se define como miope. Sin embargo, no deja de asombrar que tenga esa mirada larga que cruza las extensiones hacia el horizonte en todo cuanto escribe, ya sean poemas, relatos o artículos.