La cultura árabe posee una estética rica en adornos multicolor, relieves y texturas que les ha permitido a lo largo de los siglos cubrir casi cualquier espacio dotando de una identidad y personalidad única.
El mosaico árabe es una prueba fantástica de ello, con sus formas arquitectónicas y composiciones realzan la belleza donde se coloquen.
Investigadores de la Universidad de Harvard y Princeton, denominaron al composición de estos fantásticos mosaicos como “geomatría cuasicristalina decagonal avanzada”, por la simetría casi perfecta de los motivos utilizados en la civilización islámica.
No mucha gente conoce el dato de que los matemáticos eran los que se encargaban de la composición de los mosaicos. De hecho, esta figura ocupaba una posición muy elevada en la cultura árabe. Se cree que utilizaban compás y regla para elaborar unos patrones que posteriormente eran aplicados a los azulejos.
Estos patrones se le denominaban girih, y estaban compuestos por un conjunto de cinco polígonos, un decágono, un pentágono, un diamante, un hexágono y una “corbata”. Aunque cada motivo se puede desarrollar de forma individual, la reproducción a gran escala formaría distorsiones geométricas.
Roger Penrose, reconocido matemático británico, demostró que los azulejos gruesos y delgados con forma de rombo podrían crear un patrón no repetitivo con una simetría rotacional, es decir, que la puede girar menos de 360º alrededor de un punto fijo sin que deje de verse con la forma exactamente igual antes de comenzar a girarla.
La estructura del mosaico está muy relacionada con los cuasicristales. El Premio Nobel de Química 2001, Daniel Shechtan, por descubrir los cuasicristales, patrones de átomos que se creían imposibles, dijo que eran como los “mosaico fascinantes del mundo árabe reproducidos a nivel de átomos, y que nunca se repetían”.
Los mosaicos al igual que los cuasicristales tienen formas irregulares, siguen normas matemáticas, pero nunca se repiten, como ocurre con los mosaicos de la Alhambra de Granada.
El mosaico árabe es así uno de tantos ejemplos donde se mezclan la ciencia y la belleza. Los cuasicristales pueden encontrarse tanto en la propia naturaleza, en el arte islámico, y hasta en los laboratorios.