Lo único seguro de la naturaleza, y de nosotros como una parte importante de ella, es el cambio. Las estaciones se suceden cambiando los paisajes, las temperaturas, los objetivos, los hogares, las calles, los comercios. Todo.
Por eso proponemos vivir las estaciones inmersos en sus características y elementos, modificándonos y adaptándonos a su significado, porque también somos criaturas de la naturaleza, en la que forjamos nuestra identidad desde el origen primero, que es el agua. Así podemos vivir las estaciones, viviéndonos al ritmo que ellas tocan su música.
Cada estación configura un espacio para reconocerse en el entorno y reconciliarse con nosotros mismos y con todo cuanto nos rodea. Desde los tiempos primigenios, el hombre, como los animales, se mimetizaban con lo natural, se acomodaban o combatían con diversas estrategias, como por ejemplo los animales que hibernan para sobrevivir al frío. Con el avance de la civilización, hemos olvidado algunas pautas y necesidades. Pero hay que recuperar el sentido de las estaciones porque pertenecemos a la naturaleza desde la misma biología. Pensemos qué somos las mujeres cuando damos a luz. Qué somos cuando corremos o saltamos. Que somos cuando comemos, enfermamos y nos recuperamos. Qué somos a cada instante: sin duda naturaleza viva. Las estaciones significan evolución y los humanos evolucionamos.
En el Hammam se potencian los sentidos y un estado interior de plenitud y asunción del exterior, precisamente por ese reflejo del yo que nos permite el encuentro con el agua. Desde la experiencia Hammam, estos meses nos dedicamos al invierno, esa etapa de mirar hacia dentro, recogerse en el calor, reunirse con uno más que nunca y cobijarse en un periodo de latencia. Esa intimidad y esa eflexión favorecen la imaginación, de donde surgen los sueños. La mente vuela, mientras el cuerpo se alza como un medio, una vía para experimentar a través de los sentidos los elementos del invierno. Alcanzar la ensoñación meditativa supone alcanzar otras dimensiones porque usamos medios que permiten despertar lo más íntimo de los deseos y nuestra proyección futura.
Entre el sueño y la realidad, existen lugares para encontrarnos; lugares que ofrecen ambiente, silencio, sonidos, aromas y aguas que suscitan un viaje hacia el interior de lo que anhelamos. Las termas simbolizan entonces el refugio que puede abrir un arcoíris en nuestra vida.
Como el año se conduce a través del tiempo y las estaciones dictan el tiempo, seguiremos con esta propuesta de adentrarnos en cada estación. Pronto hablaremos de la primavera como eclosión de colores y renacimiento. Y del verano como conexión directa con luz y la creatividad. Y luego del otoño que nos desprende del lastre.
Pero ahora debemos centrarnos en el invierno para no perdernos y para asumir la revelación de cuánto somos capaces de soñar y desear para hacerlo realidad, buscando entre mil sitios el nuestro. O, como escribió el poeta Ángel González: «…como la niebla que al romper el día/
los hondos valles del invierno exhalan,/ creciente en un espacio sin fronteras.