Posó su cuerpo sobre la piedra caliente, rígido como el caparazón de una tortuga o cualquier animal inerte que se resiste a la descomposición. Alguien le contó alguna vez que el hammam es un lugar para el olvido. Cerró los ojos con el ánimo de quien niega su presente y se dejó cubrir por la espuma de la flor del beso.
Dentro de este agua presiento
una semilla,
-cómo se desliza el pasado
en su movimiento perpetuo -.
Llego aquí vacía en el poema
Y un día de paseo entre patios cordobeses
Con tortugas inmóviles en la fuente
Flores recortadas sobre el agua
Anestesiado sopor de primavera
Su bálsamo de luz
Encadenaba nuestros pasos
Amor mío, ¿seremos la búsqueda del agua
o tal vez su pregunta y también su respuesta?
¿Seremos una bruma de vapor entre sombras
que lucha sin descanso cuerpo a cuerpo
contra el miedo a la nieve y el granizo?
La alegría no es una canción:
es saber que la canción no es nuestra,
saber que acabará
y sentir su duración como una vida
(sobre todo cuando suena tan lejana
entre el rumor del agua,
arghul o zurna, bendir o mazhar).
Caminaba sin norte, por un dédalo
de ardientes callejuelas
-la tarde era de julio, y eran las de mi infancia,
Ha pasado demasiado tiempo desde que no tenía una cita conmigo mismo. Ha pasado tanto tiempo que no recuerdo cuál fue la última. ¿Tú lo recuerdas?