El 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza, establecido por la Unesco en 1982. Y hay muchas razones para tenerlo en cuenta en nuestro blog, que siempre tiene decidido afán cultural y espiritual, así como interés en las actuales manifestaciones artísticas.

Recordemos la fascinación que produjo la película Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), que contaba la historia de un niño que no quiere boxear sino bailar, y que se halla inmerso en la dureza de la clase obrera del Reino Unido durante la huelga de mineros de los ochenta. Su amor incondicional por la danza , su lucha, su aprendizaje, su talento y el sorpresivo apoyo familiar lo convierten con el tiempo en un notable y triunfador bailarín de danza. Muchos profesores la programan en sus clases de ética por los muchos valores que esta filmación contiene en sus escenas: capacidad de superación, esfuerzo, apoyo, ayuda, cariño de familia, confianza y solidaridad.

Ahora mismo, en estos meses próximos se presenta en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid la adaptación Billy Elliot, el Musical, maravilloso espectáculo de baile y emociones, de autoafirmación y conciencia social. Si se tiene ocasión, hay que verlo para conectar con el baile como una nueva dimensión de aquellos que no se conforman con la rutina y las convenciones.

Por otro lado, la danza contemporánea ha ido ganando espacio y prestigio, más allá de la danza clásica de los tutús, las clases de ballet y las representaciones sublimes de El cascanueces y El lago de los cisnes, las dos de Chaikovski. Ha sobrevivido y evolucionado después de las obras de referencia y de los grandes bailarines como Nureyev, Nacho Duato, Tamara Rojo, Isadora Duncan, Víctor Ullate, Anna Pavlova, Ángel Corella, Maya Plisétskaya y Alicia Alonso, entre otros muchos.

Un buen ejemplo lo tenemos con la premiada y tanta veces nominada Luz Arcas, malagueña que cobra esplendor en el panorama nacional con su compañía La Phármaco, poniendo en escena espectáculos de rabiosa actualidad, delicada sensibilidad y fuerza sentimental. Su última propuesta escénica se titula Una gran emoción política, inspirada en la escritora María Teresa León. Una obra que pretende desvelar lo arquetípico y universal de los acontecimientos históricos que vivió la autora (guerra civil, exilio), para encarnar esa emoción política que empuja a un pueblo a creer en su derecho a intervenir en la historia de su país. Se está representado en toda España.

Por último, cabe evocar a ese niño que solo desea bailar, o al bailarín que salió de la Unión Soviética para triunfar más allá de su frontera, y aquí tenemos la nueva danza contemporánea construyendo puentes entre el pasado y lo que vendrá..

Porque bailar es una actividad natural del ser humano desde sus inicios y ha servido para expresar todas las emociones. Bailar supone contradecir la muerte. Bailar muy lento en el agua y con más brío fuera de ella hace vibrar nuestro cuerpo. Bailar la música y expresar sentimientos nos hace más libres.